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lunes, 16 de noviembre de 2015

Amor y montaña rusa



Cuando te enamoras sientes que vuelas por senderos largos y preciosos, sientes que puedes tocar la luna con la nariz. Que la luz ultravioleta no dañará tu piel. Que ganarás una pelea contra un tigre o cualquier animal que te duplique en tamaño y te triplique en fuerza. Eres inmortal. No necesitas nada, porque lo tienes todo. Pero la verdad es que estás en una montaña rusa. Una montaña rusa a la que no le han hecho mantenimiento, pero que igual te montas porque tu ilusión te ciega a todos los problemas o caídas que puedas tener. Te sientas, amarras el cinturón, sonríes y comienzas a moverte. Tu estómago hace cosas y ruidos extraños, pero te gusta, te hace sentir cómodo y confiado. Sí, claro que tienes miedo, pero no es tan fuerte como la emoción que recorre por todas tus venas. Ahí viene, esa primera subida, esa que te hace pensar ¿Qué estoy haciendo? pero al momento de llegar a la cima y ver lo alto que estás, piensas que eres el dueño del mundo, no entiendes por qué te hace tan feliz. Ahora sí, sujétate, necesitas fuerza, viene la bajada, automáticamente se crea un vacío en tu estómago ¿Por qué me monte es esta verga? Te preguntas una y otra vez. En ese momento quieres que todo acabe. Te sientes derrotado. Sin fuerza. No entiendes qué sentido tiene montarse en una montaña rusa o enamorarse. Te quieres bajar pero sabes que no puedes. Plano otra vez, tu corazón vuelve a estabilizarse, comienzas a disfrutarlo otra vez, a pensar de que no importa esa pelea, esa discusión, esa bajada porque es donde quieres estar, tu vida resumida a un momento, resumida en una persona. En la segunda bajada todo se descontrola de nuevo, sientes nuevamente que todo a tu alrededor se desplomó,  que lo has perdido todo. Te sorprendes cuando vuelves al comienzo, todas las sensaciones de nuevo, te ofrecen una vuelta más. Pero como todo, llegó el fin, llegó la separación, se acabaron las llamadas, las conversaciones, las promesas y los sueños, te tienes que bajar de la montaña rusa.

Con dolor en el pecho porque es un dolor tangible, caminas sin sentido en el parque de diversiones pensando en cada momento  todo lo que viviste. Compras una gaseosa y te sientas en el escalón de una máquina en desuso. Hundido en tus pensamientos llega una persona y te toma del brazo, te explica que no tiene sentido echarse a morir y que vale la pena comprar otro ticket y subir de nuevo. Tiempo después, ahí estas, es irreal, de nuevo donde todo comenzó. Te sientas, amarras el cinturón, sonríes y comienzas a moverte.

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